El trabajo informal en el Perú: Más allá de un problema económico
A pesar del sostenido crecimiento macroeconómico del Perú, 6% aproximadamente en los último años (INEI, 2014), el porcentaje de peruanos que labora en empleos informales es aún elevado con el 74,3% de la PEA (INEI, 2014). De hecho, durante la coyuntura electoral del 2016, se han elaborado propuestas de cómo frenar la informalidad; por ejemplo, la reducción de impuestos. No obstante, las causas de la informalidad no puede reducirse sólo a términos económicos, sino incluir los efectos de la pobreza, y la falta de bienestar social y de educación de calidad. Lo que podría interpretarse como una sensación generalizada de bonanza económica a nivel nacional sin un bienestar que involucre a todos los sectores socioeconómicos (Schuldt, 2004).
El sector informal está constituido por el conjunto de empresas, trabajadores y actividades que operan fuera de los marcos legales y normativos que rigen la actividad económica. Por lo tanto, pertenecer al sector informal supone estar al margen de las cargas tributarias y normas legales, así como la ausencia de protección y servicios que el Estado puede ofrecer (De Soto, 1989; citado en Bromley, 1998).
En general, el trabajo informal suele presentar desventajas tanto para el país como para sus habitantes, debido a que la carencia de beneficios sociales -seguro social, vacaciones, gratificaciones, AFP/ONP, entre otras- (1) limita el desarrollo de los ciudadanos en salud física y mental y (2) aumenta las brechas en el acceso a servicios públicos (INEI,2014). Sin embargo, 7 de cada 10 peruanos trabajan bajo dicho sector pese a las desventajas y efectos nocivos sobre el bienestar y seguridad de las personas (Alonso, 2016).
En contraparte, más allá de las consecuencias negativas de la informalidad, las estadísticas señalan que ésta contribuyó en la disminución de los índices de pobreza del país. Entonces, ¿por qué no disminuye la informalidad si existe crecimiento económico? Por un lado, se entiende que el agente empleador no está interesado en pagar impuestos ni un seguro social para asegurar el bienestar de sus trabajadores. Por otro lado, los empleados no estarían dispuestos a que se les retenga parte del sueldo para su jubilación, ni estarían interesados en demandar la formalización de la organización en la que laboran para recibir los beneficios de ley. Así, se logra entender que el desinterés hacia la formalización es mutuo: del empleado y del empleador (Alonso,2016).
Desde la Psicología Organizacional, existen estudios que permiten comprender este fenómeno de la informalidad laboral. Por ejemplo, Argyle (1992) ha señalado que el trabajo -en comparación a la pareja, la familia, el ocio o los amigos- aporta menos a la felicidad de las personas; e incluso, tiene un potencial altísimo para generar infelicidad.
En esa línea, la evidencia recogida por la Encuesta sobre Empleo y Bienestar Subjetivo (ENEBIS, que permite conocer el bienestar subjetivo de la PEA en Lima Metropolitana) señala que los trabajadores en sector informal experimentan menores niveles de satisfacción con la vida y de satisfacción laboral (Renteria y Román, 2013). De hecho, la precariedad de empleo y la falta de derechos laborales se articulan como causas de insatisfacción de asalariados e independientes del sector informal (Moyano y colegas, 2008). Además, las condiciones laborales precarias o insuficientes -que se vinculan a la informalidad- tiene mayor impacto negativo en el bienestar subjetivo. Asimismo, trabajadores limeños en el sector informal sienten que no han logrado cubrir sus expectativas de vida (buena salud, autoestima, seguridad familiar) en comparación a los trabajadores en el sector formal (Renteria y Román, 2013).
De hecho, el trabajo en el sector informal no cumple con los lineamientos de ‘trabajo decente’ de la OIT (1999); es decir, aquel trabajo realizado bajo condiciones humanas de seguridad físico-ambiental, protección bajo enfermedad, previsión, y derecho al descanso. Con esta definición en mente, y considerando que la población peruana de algunos sectores puede autoevaluarse positivamente debido al crecimiento económico sostenido; los psicólogos organizacionales deberíamos cuestionarnos ¿cómo se asegurará que la calidad del trabajo sea un elemento positivo y constitutivo de la calidad de vida en la población? ¿qué prácticas debe ejercer el Estado para que la informalidad se reduzca en realidad y con qué investigaciones podemos contribuir los psicólogos? ¿será la reestructuración del modelo económico lo que llevaría a ello o por el contrario se deberá fortalecer la educación basada en valores y derechos cívicos desde el nivel escolar hasta organizacional?
Referencias:
Alonso, I. (viernes 11 de marzo 2016). Repensando la informalidad. El Comercio.
http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/repensando-informalidad-ivan-alonso-noticia-1885440?ref=flujo_tags_306065&ft=nota_1&e=imagen)
Bromley, R. (1998). Informalidad y desarrollo: interpretando a Hernando de Soto. Economía informal, microempresas y estrategias de empleo. Sociológica, 13(37).
INEI (2014). Producción y empleo informal en el Perú 2007-2012. Recuperado de: https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales
Loayza, N. (s/f). Causas y consecuencias de la informalidad en el Perú. Banco Central de Reserva del Perú.
Moyano, E.; Castillo, R. y Lizana, J. (2008). Trabajo informal: Motivos, bienestar subjetivo, salud y felicidad en vendedores ambulantes. Psicologia Em Estudo, 13 (4), 693-701
Rentería, J. y Román, A. (2015). Empleo informal y bienestar subjetivo en el Perú: Orientando las políticas públicas para un desarrollo social integral. Instituto de Estudios Peruano (IEP). Consorcio de Investigación Económica y Social CIES.